miércoles, 26 de febrero de 2014

La compañía cuesta soledad...

¿Y si hacemos poemas entonces? Bueno, vamos a sacar algunas cositas del pecho:

La compañía cuesta soledad.
No es un negocio, no es un trueque.
No se apuesta con el destino,
ni se hace arreglos con el azar.
Nadie le pide limosnas al amor,
ni el amor nos complacerá por caridad.
Es muy simple: La compañía cuesta soledad.

Se convierte en un presagio,
donde cada segundo cuenta.
Como si aumentara el saldo
de un salario retroactivo
que, en algún momento,
en buena especie se te pagará.
Sea por expectativa o por deseo,
la compañía cuesta soledad.

Es lo lindo de la tristeza.
Que se acaba y se tropieza
convirtiendo madrugadas
en la luz más placentera,
en un beso al amanecer.
Y así caiga la tarde otra vez,
la noche estará ahí para decirnos,
con su voz rasgada y sensual,
que la compañía cuesta soledad.

Y vale entonces esa buena compañía,
fugaz y escurridiza, lista para escapar.
Breve, como el punto preciso
donde el sabor explota en el paladar.
Aunque se me quiebre para siempre la voz
al admitir esta tierna y cruel verdad…
Es necesario recordar, tanto arriba como abajo,
tanto en penas como en glorias,
que la compañía cuesta soledad.

Y que así sea...
Para valorarle más.


Febrero 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario