miércoles, 19 de junio de 2019

La última vez que vi a Marcelo Mayorga con vida



Este es un testimonio de @LoboMY, tomado directamente desde su Twitter.

Una noche como hoy, hace un año, fue la última vez que hablé personalmente con Marcelo, jamás imaginé que era la última vez que lo iba a ver con vida.




Marcelo Mayorga, hermano, un año de tu asesinato. Tu legado sigue vivo en cada uno de los que hoy seguimos luchando y las calles de tu Masaya, te recuerdan así...

Eran como las 11 PM de un 18 de Junio, había llovido en la tarde y la noche estaba húmeda, habían unos cuántos charcos en las calles, por los huecos que quedaban luego de levantar adoquines para formar las barricadas. Llegaba la doñita de la esquina, con un balde de café y unas bolsas de picos, para compartir con los más de 30 personas que resguardábamos el tranque.

Después de andar por casi todas las barricadas en el norte de Masaya, había regresado a mi zona -omitiré la ubicación por seguridad- corrían las bolas de qué Nindirí se había vendido para dejar pasar a la guardia y el ataque era inminente.
Dentro de la zona de las barricadas, estábamos dispersos en distintos grupos, bromeábamos y chiliábamos, mientras nos tirábamos el café. Habíamos convocado a una pequeña reunión con representantes de distintos barrios para planear, organizarnos y hablar sobre la situación. Iba a ser otra noche en vela.

Después de divisar una moto, que venía cruzando barricadas tranquilamente, alguien dijo: ¡Debe de ser Marcelo! Él llegaba donde nosotros con bastante frecuencia, y en efecto era él. Se bajó de la moto y se unió a la charla diciendo: “No jodas loco, a ustedes los atienden bien, sólo viven hartándose”.

Seguimos con las bromas mientras llegaba la demás gente; Estuvimos hablando, planeando estrategias por bastante tiempo hasta que llegamos a acuerdos y se dio por finalizada la reunión. Antes de irse dijo lo siguiente: “Primero nos matan, pero a ese hijueputa de aquí no lo sacan.” (Refiriéndose a Avellán), encendió la moto y se fue. Fueron las últimas palabras, que oí salir de su boca.


Marcelo, también conocido como “Cailagua” era muy popular en Masaya, creía fervientemente en Tata Chombo y pertenecía al grupo de peañeros, que en cada procesión, cargaban al santo.

Llegaba el maldito día, amanecíamos con la incertidumbre de lo que iba a pasar. Eran las 5 AM del 19 de Junio, me dirigía a casa a descansar un par de horas, ya que habíamos pasado en vela toda la noche. El celular sonó mientras me bañaba, no revisé las llamadas perdidas y me acosté. En esos días me costaba conciliar el sueño y cuando lo lograba hacer, todo era pesadillas y ese día no fue la excepción. Salté de la cama de un brinco por el sonido de una ráfaga de balas cercanas a mi posición, de inmediato supe que se trataba de una ametralladora tipo PKM, de grado militar. Tomé el teléfono y empecé a revisar mensajes y llamadas. Eran las 7 AM. y en dos horas tenía alrededor de 50 llamadas perdidas y cientos de mensajes de Whatsapp. Todos coincidían con la misma información: Cerca de 1000 efectivos, entre policías, antimotines y paramilitares amenazaban con entrar a Masaya a cualquier costo y poder rescatar al Comisionado Avellán y demás policías, que llevaban más de dos semanas acuartelados y sin poder salir.

Eran camionetas, tras camionetas; habían logrado desalojar y atravesar el tranque que empezaba desde el KM 14 carretera a Managua.

Se libraron cruentos enfrentamientos (desiguales) en las principales calles de Masaya.

Todos los barrios del norte de la ciudad, se unieron para impedir el acceso de la guardia, pero fue imposible; ellos estaban totalmente armados y nosotros nada más que con armas caseras.


Nosotros estábamos armados con morteros, tiradoras, piedras, chibolas, piedras de contacto, pero sobretodo muchos huevos y ovarios. Aún con todo eso, les tomó aproximadamente 9 horas poder recorrer 12 cuadras qué hay desde la entrada a la ciudad hasta la estación de policías.

Mientras los barrios aledaños a las calles centrales de la ciudad resistían, los otros barrios trancaban con más fuerza la entrada a la ciudad por la barranca. Un grupo de alrededor de 30 chavalos, ocultos detrás de las paredes del cementerio de San Carlos, con bombas de contacto en mano, repelieron unas 15 camionetas de efectivos, quiénes se regresaron y no pudieron acceder a la ciudad por ese sector. El resto de barrios, se sumaban cada vez más, las lluvias de balas, el humo, las carreras, los gritos desesperados, hicieron de Masaya, una película de terror.

Era medio día, creo, las ráfagas no cesaban. A unos 5 metros de mí, allá por la casa de leña, lograron darle un tiro a un amigo. A cómo pudimos, corrimos a socorrerlo, nos metimos a los barrios que conectan por el UTR y salimos por otro lado, para llegar a atenderlo. En todo ese trayecto y viendo a mi amigo desangrar, con la adrenalina al 100 y aquella preocupación agobiante, sumado con el cansancio y el hambre, uno de los chavalos me grita: “Loco, pegaron a Marcelo”. No le hice caso y seguimos corriendo con el herido a cuestas.

Llegamos al puesto médico. El tiro con orificio de entrada y salida, le había atravesado el brazo y la bala ya sin fuerzas, le había golpeado el costado; “Nada grave!”, dijo la muchacha enfermera, a lo que después de un suspiro, le solté una media sonrisa.

Me senté a tomar agua, saqué mi celular, cuando uno de los chavalos me lo quita, aún recuerdo su cara de angustia y sus ojos llorosos, me abrazó y me dijo: "Loco, pegaron a Marcelo".

Saqué mi celular, cuando uno de los chavalos me lo quita, aún recuerdo su cara de angustia y sus ojos llorosos, me abrazó y me dijo: "Loco, pegaron a Marcelo". El tipo se soltó en llantos. Vi esta imagen de mi hermano tirado en la calle y se los juro que no pude más.




Se me creó un nudo en la garganta inmenso, pero las lágrimas no me salían, no sé si es por querer ser fuerte o porque la reacción fue de esa forma. A los minutos de darme cuenta, me llega el siguiente video, donde arrastran a Marcelo, para que puedan pasar las camionetas:




Después de esas imágenes, el corazón se me llenó de tanta ira y actué impulsivamente. Estaba a unas escasas 8 cuadras de donde había caído Marcelo y empecé a correr y correr, en dirección a él, en medio de las balas. 6 de mis amigos, me comenzaron a seguir, gritándome que me detuviera, que me iban a matar, pero yo no escuchaba nada.

Uno de ellos se me lanzó encima y caímos al suelo, trataron de calmarme, pero no podía borrar de la mente las imágenes de cómo arrastraban a Marcelo. Uno de los chavalos llegó con una sábana blanca, e hicimos una bandera en señal de paz, para poder ir a recuperar el cuerpo de nuestro hermano. Pero cuando íbamos por la escuela Simón Bolívar, desde la Iglesia y el parque San Jerónimo, nos empezaron a disparar. Nos tiramos al piso detrás de aceras y paredes, pero siempre en la calle.


Por más que sacábamos la bandera blanca, ellos no dejaban de disparar, si alguno se levantaba, fijo le daban. No podíamos salir de ahí. Todo el parque san Jerónimo estaba ya tomado por la guardia y nos flanqueaban desde la torre de la iglesia.

Estábamos acorralados, cuándo de pronto se apareció un grupo de chavalos, que jamás volví a ver después, y a punta de morteros, nos cubrieron la salida, mientras nos gritaban: “Salgan hijueputas, ustedes están locos, que están haciendo hasta aquí, los van a matar.”

Logramos salir de esa calle, cuando ví este otro video...


Marcelo, hermano, Dios sabe lo mucho que intentamos ayudar a tu mamá y a tu esposa a levantar tu cuerpo. Pero a punta de balas, no nos dejaron llegar y te pido perdón por ello. Los gritos de ellas aún me desgarran.

Con un tiro en la sien, apagaron tu vida, tus sueños, tus metas, destrozaron la vida de tu mamá, tu esposa, tus hijos, tus amigos... Necesitaron un ejército para vencerte a vos, armado solo con una tiradora, pero con aquella convicción enorme y aquella sed de Justicia.




Lograron quitar los tranques de las dos calles principales que atravesaban la ciudad, pero los barrios aledaños en su interior, en el Norte y Monimbó al sur, seguían en resistencia y trancados.


Este fue el saldo de ese día para nuestro pueblo.

Pero el saldo de ellos, todos saben que fue mayor. Porque a pesar de cuán armados estuvieron, la ciudad de la furia les dio cátedra en todos los aspectos y sentidos.

Porque para poder cumplir con el rescate de la princesa, necesitaron: 300 Policías. 300 antimotines. 300 Militares vestidos de civil. 300 Juventud Sandinistas (ratas que por 200 pesos te matan) 50 Francotiradores. 15 palas mecánicas. 10 camiones para usarlos de escudo.

Necesitaron a la policía de Nindiri, Ticuantepe, Tipitapa y la de Masaya, todas en su totalidad siendo parte del ataque. Todos fuertemente armados con Ak 47, escopetas, AR15, Dragunov, pistolas de distintos tipos de calibres, gas lacrimogeno, etc.




Antes de cerrar el hilo, quiero agradecer la colaboración para material gráfico a @myluna2018 qué me ayudó con los videos, a @MarceloCardoze hijo de nuestro Hermano Marcelo, a @CaKoNicaragua por la ilustración.





¡No se muere el que se va, sólo se muere el que se olvida!




Marcelo Mayorga, presente! Masaya no te olvida y cada día llora tu muerte. Un abrazo al cielo, hermano! #MarceloPresente #SOSNICARAGUA #SOSMASAYA #ProhibidoOlvidar

Pueden encontrar el hilo original completo aquí.