domingo, 1 de abril de 2018

PISTOLAS, SUICIDIOS Y HORNOS DE GAS DE CARBÓN



El debate sobre las armas de fuego tiende a ignorar un gran detalle estadístico: 2/3 de las víctimas viven en el mismo cuerpo que el asesino.

En Estados Unidos la cifra es clara con respecto a las armas de fuego, el número de suicidios es el doble que el de homicidios.

Y aquí viene el típico comentario de un montón de gente: “Eso no cambia nada sobre las pistolas. Si alguien deprimido quiere matarse y no tiene pistola, simplemente buscará otra manera.”; “La persona es la que mata, no el arma. Si le quitás el arma, la persona igual buscará cómo matar o matarse.”

Eso es absolutamente cierto, excepto por el hecho de que es absolutamente falso! Creas o no que la persona terminará buscando la manera de resolver sus necesidades suicidas u homicidas, hay un dato importantísimo que tenés que saber. La razón principal por la cual no deberíamos de tener armas en casa. Y tiene que ver con hornos.
Si, hornos.
En la primera mitad del siglo pasado, los hornos en Inglaterra solían usar gas de carbón, el cual en dosis concentradas, era completamente letal. Y por esa razón, era el método preferido para suicidarse. Al final de la década de los años 50, la mitad de suicidios en el país se hacían metiendo la cabeza en el horno, o dejando el gas abierto y cerrando todas las ventanas. La poetisa Sylvia Plath murió así.
Para la década de los años 70, ya muchos de estos hornos estaban obsoletos. Se cambió a gas natural licuado de petróleo que no es ni una fracción de letal que el de carbón. Para suicidarse con estos hornos, la única forma era llenar el cuarto de gas y encenderlo y morir pensando que estás en una película de Michael Bay.

Entonces claro, para finales de los 70, la cantidad de personas que se suicidaban con hornos de gas de carbón se redujo a CERO. El “arma” principal para muchos suicidas quedó eliminada. ¿Qué alternativa encontraron entonces para acabar con su existencia? Pues en una enorme cantidad de casos, esos suicidas… siguieron viviendo.

La taza de suicidios se redujo en un 33%. UN TERCIO de las personas que antes se suicidaban, dejaron de hacerlo. ¿Pero… POR QUÉ? ¿Por qué no buscaron otra alternativa?

¿Sabías que cuando agregaron un “muro anti suicidios” en un puente en Washington redujo no solamente la cantidad de suicidios en ese puente, sino la cantidad en general? O sea, muchísima gente que se iba a suicidar y que no pudo en ese lugar, no fue a buscar otro puente adonde lanzarse. Y hay varios ahí.

El Golden Gate Bridge en San Francisco es uno de los lugares más preferidos para suicidarse, más de 1600 víctimas desde que se construyó. Un estudio de seguimiento de 500 personas que fueron detenidas justo antes de lanzarse ahí, descubrió que el 94 por ciento de ellos, no lo volvieron a intentar… NUNCA más.
Los que dicen que el suicida igual encontrará la manera, se les olvida que en muchísimos casos, estos actos son decisiones de una fracción de segundo. Si le agregan algunos minutos o algo de tiempo para un poco de pensamiento, muchas de las víctimas cambian de parecer. No todas, pero sí un buen porcentaje. Pero claro, si su plan es pegarse un balazo, lo único que necesitan es una pistola, una bala y un dedo. Y tener una pistola en la casa, suele ser entonces uno de los mayores factores de riesgo para suicidios. Precisamente por su fácil acceso y su rapidez de uso.

Esto me lo dijo alguien que intentó suicidarse una vez: “La gente cree que porque algunos dejan notas después de matarse, o porque algunos se toman el tiempo de ahorcarse bien, o porque algunos suicidas hablan de depresión y suicidio muchos días antes de hacerlo, es porque es una decisión racional hecha a lo largo de un período de tiempo. Casi nunca lo es. Uno tiene esos pensamientos y sentís que pueden funcionar. De pronto te salís de ese pequeño trance y te decís: “Alaputa, ¿en qué estaba pensando?”. El problema está en que, mientras no lidiés con tu problema, el ciclo volverá hacia esos pensamientos otra vez y esa parte de tu cerebro que te dice: “Alaputa, ¿en qué estaba pensando” puede que no aparezca siempre. Y si JUSTO en ese momento hay algún método fácil de matarte, es mucho más probable que lo hagás. Cuando escucho de suicidios por armas de fuego, siento que esas personas fueron rehenes de sus propias mentes por un momento y pienso que de haber tenido yo una pistola en la casa, no estaría hablándote ahorita.”

Dos cosas surgen al analizar todo esto:
  1. Las armas le dan poder a las emociones negativas con más facilidad que a las emociones positivas. Si pensás brevemente: “Quisiera estar muerto” y tenés un arma cerca antes de que la parte lógica de tu cerebro pueda entrar en la discusión, es mucho más probable que utilicés el arma.
  2. Por mucho que querramos creer que todo suicida siempre buscará la forma, se ha comprobado que muchas de las personas que lo intentan y que son detenidas, no lo vuelven a hacer. Se ha comprobado también que mientras más difícil le pongan el trabajo a un suicida, más probable es que esa parte lógica del cerebro que le puede ayudar a detenerse, actúe y le impida. No quiere decir que no vuelven a tener estos pensamientos autodestructivos, pero la simple dificultad logística para suicidarte, puede ser el factor determinante de si lo harás o no.

Es en serio, algunas personas no lo vuelven a intentar por pereza. Y esa pereza ayuda a la parte racional del cerebro a imponerse un poco más.

Hace exactamente tres años escribí una guía para suicidarse, esperando que alguna gente desesperada entrara buscando ayuda para matarse y al final encontrara algo más. Desde entonces, ha sido visitada por más de 460 mil personas de toda Latinoamérica.


Me han escrito y comentado más de 200 personas diciendo que estaban por acabar con su vida y leer el artículo les hizo detenerse y pensar. Y me complace decir que varias de estas personas aún se comunican conmigo. A veces para contarme cómo siguen, a veces para preguntar cómo estoy yo.

No me cabe la menor duda de que más de alguna de esas 200 personas lo volvió a intentar. Y es feo pensar que más de alguno pudo haber tenido éxito. Pero al menos sé que las estadísticas comprueban que si lográs detener a un suicida, o si hacés que sea más difícil para él o ella matarse, es menos probable de que lo haga. Decir de que “quien lo quiere hacer buscará la manera” es una media verdad, pues muy pocos suicidios son resultado de un proceso de reflexión, planificación y logística.

Esto por supuesto es más delicado en personas clínicamente depresivas. A quienes hay que escuchar y apoyar y ayudarles a tratar y convivir con el problema. Lo de ellos no son simples pensamientos fugaces de auto destrucción, es un estado constante y permanente y por eso lo primordial es acompañarles y evitar cualquier forma que les facilite hacerse daño.

Les dejaré con otro mensaje que recibí de alguien que intentó suicidarse:
“Cuando tenía 22 años, hace bastante, pensaba todo el tiempo en suicidarme. Había leído que las pistolas no eran tan efectivas como se creía y decidí lanzarme de algún lugar alto. Cada cierto tiempo me ponía en un estado mental bastante listo para matarme. Así que conducía buscando algún edificio alto, algún lugar adecuado. Si no encontraba, esperaba unos días. Luego lo intentaba de nuevo, iba a otra ciudad. Cada vez que me encontraba algún obstáculo (no me dejaban entrar, etc), volvía a mi rutina por un par de días otra vez. Llegó un punto donde la urgencia se hizo más fuerte y podía visualizar exactamente lo que iba a hacer y cómo iba a caer. Olvidate de por qué fue que no lo hice al final, la cuestión es que si hubiese tenido un arma conmigo, estoy 100% seguro que lo hubiese logrado a la primera.”

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